Lección de vida

Si el movimiento se demuestra andando, el conocimiento de Dios se demuestra amando.
Justo cuando iba a cruzar se paró junto a mi una anciana cargada con cuatro pesadas bolsas de la compra, dos en cada mano. La miré sorprendida de que aquella enjuta mujer pudiera soportar semejante peso y como ella me respondió la mirada con una sonrisa, me atreví a preguntarle si podría ayudarla. Contenta me respondió que si y me dio las gracias.

Caminamos durante dos manzanas hasta llegar a una vieja casa de pisos destartalados. Las ventanas estaban rotas, no había luz en la escalera… Reconozco que me entró un poco de miedo al subir con ella las escaleras. Cuando abrió la puerta de la casa y me mostró la cocina, pude ver que carecía de agua corriente, gas y electricidad. Cuando le pregunté como lavaba, cómo cocinaba… Ella me respondió resuelta que traía agua de la fuente y cocinaba con una pequeña cocinilla conectada a una diminuta bombona de gas que alguien le había regalado.

Asombrada por las condiciones de vida que tenía aquella anciana, le pregunté si no tenía familia, a lo que ella respondió que no le quedaba nadie.

El corazón se me encogió y resolví ayudarla. Hablaría con los servicios sociales y con una ONG que conocía. Juntos ayudaríamos a aquella pobre mujer. Saqué una libreta y un boli de mi bolso y me dispuse a apuntar todo lo que la mujer me dijera que necesitaba.

- Bueno… en realidad no necesito nada para mí -dijo para mi sorpresa- pero tal vez podría comprar algunas medicinas para Ana.

- ¿Ana? ¿Quién es Ana? -atiné a decir confundida- Pensaba que dijo que no tenía familia….

La anciana me condujo hasta una habitación destartalada pero limpia en cuya cama descansaba una joven morena.

- Y no la tengo… Ana es toxicómana, está embarazada y enferma. Sus padres la echaron de casa y yo la he recogido ¡No podía dejarla en la calle!

No supe qué decir….

Aquella anciana era la persona más feliz y más rica que he conocido nunca, y me dio la mayor lección de cristianismo práctico que nadie me ha dado. Al fin y al cabo “rico no es quien más tiene, sino quien menos necesita” y ella no necesitaba nada para vivir con una sonrisa ¡Que enorme lección de vida! No tenía nada y sin embargo era capaz de recoger a otro ser humano todavía más necesitado que ella en su propia casa. ¡Cuánto amor! Sentí vergüenza. Yo tenía más que ella y sin embargo pensaba que no era suficiente… Desde aquel momento mi concepto de la vida cambió. Aprendí una importante lección: La felicidad es una decisión que no depende de lo que tenemos en la vida, sino de la actitud con la que escogemos enfrentarla.

Como cristianos además, Dios nos llama a amar y servir. Jesús fue nuestro ejemplo, y la verdadera religión según Él es “…Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27) Ciertamente “si el movimiento se demuestra andando, el conocimiento de Dios se demuestra amando” y aquella mujer reflejó a Jesús de tal manera, que todavía hoy su recuerdo me inspira.



Esther Azón Fernández (EAF) HopeMedia.es

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